sábado, 19 de septiembre de 2009

El Ansia




El Ansia siempre está ahí.

A la vuelta de la esquina la muy perra te espera para hincarte el diente. Algunas personas, como yo, somos más apetecibles a su instinto devorador, otras sin embargo, pasan de largo ante ella sin apenas reparar en su destructora presencia. Me siento tan deseada por ella, que incluso a veces consigue despedazarme y engullirme, como si fuera un sabroso chuletón a la piedra.

El Ansia es una vieja conocida de la familia Whitetower. Viene de vez en cuando a saludarnos, aunque nosotros nunca la invitemos a nuestras fiestas y eventos. Se trata de la típica vecina entrometida y fisgona, un Nosferatu repartidor de opiniones absurdas que nadie previamente solicita. Su cara se metamorfosea con frecuencia, a veces se asoma nerviosa, otras nauseabunda, por momentos parece sorda y en otros te produce fuertes dolores de cabeza. Su aparición es fantasmal, incómoda y temible.

Pero hoy, y sin que sirva de precedente, quiero agradecerle más que nunca un par de cosillas a esta amiga; sin su inestimable ayuda, jamás hubiera dado un paso tras otro, ni me hubiera calzado las zapatillas, ni hubiera salido impetuosa a correr y al mismo tiempo destrozarme las piernas tratando de darle esquinazo a su figura pesada e insistente.

Y así sigo hasta el día presente, corriendo con ella abrazada a mi cuello mientras yo trato de dejarla abandonada en la cuneta, para después pisotearle el cráneo hasta que reviente; algunas veces lo consigo, otras sin embargo, se envalentona, batiéndonos en un duelo sin tregua donde yo ocasionalmente salgo mal parada.

Pero no escaparás, al menos hoy, no.