martes, 23 de marzo de 2010

Naturalismo burgalés




Pese a mi condición de mujer de mundo, hasta el momento mi periplo deportivo ha oscilado entre el asfalto urbano y los polvorientos caminos del deshidratado sur. Ya era hora de ampliar horizontes.

Así, con Insolación de Doña Emilia Pardo Bazán bajo el brazo y los diminutos shorts de American Apparel en la maleta, pusimos rumbo a la naturaleza burgalesa más norteña, con la excusa de un cross que prometía al menos, hermosos paisajes ataviados con verdes prados. Vacas, gallinas, burros, caballos, ovejas.

Porque si el sol abrasador induce a la protagonista de la novela a padecer sofocos físicos y sentimentales, hoy he sentido como Doña Francisca Taboada que las leyes de la naturaleza nos someten implacables o compasivas a su merced. El medio determina nuestras sensaciones y emociones, nos envuelve y nos atrapa, nos insolariza o nos humedece.

La suave frescura del ambiente, la bruma sobre las montañas y tal vez, los animosos vítores de los vecinos de las villas han favorecido que mi carrera haya sido un agradable paseo, embelesada ante las vistas y el hedor de Estiércol is in the air. Embriagada ante tan estimulante naturaleza, apenas sentía fatiga ni esfuerzo, tan solo deseaba que el aire fresco rozara mis mejillas y que éstas tornaran a profundo carmesí. O bermellón, como el vino que regaron las noches de lechazo y carnaza.

Todavia presa del determinismo naturalista en el mágico entorno burgalés, volvimos a nuestro medio original regido por la inflexible ley del asfalto.

domingo, 14 de marzo de 2010

Tiempo de silencio, tiempo de pasión


Aunque más de uno debió pensar que subí a los cielos con mi querido Señor Gitane que en paz descanse, dada la escasez de posts en los ultimos tiempos,(y de visitantes en el blog como en los primeros), aquí estoy de nuevo, con la zapatilla en la mano, dispuesta a alzar la voz incluso entre aquellos desertores que se agarraron a causas perdidas y enfrentamientos de 1º de básica en este patio de colegio que se llama blogosfera.

Y es que mi silencio se produce fundamentalmente por dos motivos; el primero, porque creo que este tema es ya territorio estéril, y en segundo, porque tras más de dos años de relación, de amor al running, de afición y sacrificio, uno ya no tiene aquella imperiosa necesidad inicial de proclamar a los cuatro vientos que uno encontró la horma de su zapatilla. Si como decía el Señor Ortega que el amor, es la fijación/observación continuada a un objeto/sujeto, aquí el objeto en cuestión es el running.

Tras aquel encuentro pasional en la San Silvestre de 2007, mi mente fijó como objetivo y objeto el running popular, soñando con él mientras limpiaba afanosa el bigote de un langostino, el amor empezó a crecer mientras las mariposas revoloteaban/correteaban a mi alrededor tratando de perseguirlas con cierta asiduidad desde hace ya más de 2 años una media de 3 veces a la semana, con suerte.

Y mi amor desbordado exigía una continua dedicación verbal y física, inmumerables brasas a quien se acercaba a mi alrededor, odas de admiración con invitación a practicar tan noble deporte bajo el calor de la barra del bar, (o en el Camacho, templo del birrismo y de la cirrosis galopante) mientras los posts se agolpaban uno tras otro deseando salir al exterior; tantas primeras experiencias que compartir, tantas consejos pataliebrescos que escuchar, tanta tonteria que contemplar. Sentía que mi amor era compartido por otros anonimos desconocidos de esta secta, que palpitaban como yo, con cada entrenamiento y cada carrera popular.

Y ahora que, en breve es tiempo de capirotes y otras sectas mas oscuras que ésta, soy consciente que no preciso de cantes de saeta constantes, de manifestaciones continuas con apariencia de post, el running forma parte de mi vida y cuento con ello como algo esencial, como quitakilos y quitagobios, en la pobreza y en la riqueza, en la salud y en la enfermedad...

...todos los días de mi vida, una media de 3 veces a la semana, con suerte.