lunes, 20 de julio de 2009
Crónicas de un pueblo (Legua de Tielmes)
Subyugada finalmente por el aire villaconejiano y el espíritu campestre, acudí cual Reina de las Fiestas a la Legua de Tielmes, con la banda cruzando mi cuerpo serrano y el traje de lagarterana recién planchado para tan noble ocasión. Una urbanita de pro como yo disfrutando de lo lindo en caminos polvorientos y viendo como crecen los mazorcales en flor, tan apetecibles para revolcarse entre ellos, como antaño.
Legañas y esparto en un pueblo-pueblo, plagado de tinajas y carromatos, de churros y chacinería rancia a tan sólo 30 minutos escasos de Madrid. Muy recomendable para pasar las veraniegas tardes del sábado.
Tras cruzar con el coche el Molino Cantalarrana, uno divisa en el horizonte tras un par de rotondas, el perfil tielmense en plena ebullición y jolgorio, carrera y fiesta popular de la mano, con sus atracciones infantiles, sus cabezudos, e incluso el miniescenario de rigor engalanado con la bandera española mientras un descerebrado de camiseta celeste y cara de pocas neuronas pincha música infernal para provocar y sacar el nervio a flor de piel. Y mientras yo, con pocas ganas de calentar y estirar (como siempre), me pregunto una y otra vez si seré capaz de hacer algo digno en la Carrera, teniendo en cuenta que el día anterior me metí entre pecho y espalda docenas de cañas y docenas de cigarrillos en la esquina de mi bar favorito.
Sin embargo, sería el mágico aire rural o quizás las enaguas de la abuela que me puse debajo de los shorts, que me hicieron apretar y no mirar atrás más de lo necesario, para rematar de una manera más o menos digna la legua, e incluso adelantar al típico-tonto-del-pueblo que corre con esparteñas y sombrero de paja, clásica postal de la carrera villaconejiense de nuestros días.
Con la bolsa del corredor en la mano...por cierto, muy bien amortizados los 5 euros de inscripción, ya que incluso regalaban condones, ultimamente se estila mucho esto de dios los cría y ellos se juntan, si hablamos del mundo del running o de la calceta mismamente, (otro día contaré la de parejas deportivas que se encuentran furtivamente en los baños mientras se prenden los imperdibles de los dorsales)... como decía, con la bolsa del corredor en la mano y el algodón de azúcar en la otra, dejé Tielmes, que era una fiesta hemingwayana para volver al asfalto y a la cruda realidad.
Cruda, pero cruda realidad.
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2 comentarios:
Vaya, celebro su subyuge por los aromas camperos, al tiempo que lamento no haberla podido saludar en los prolegómenos, en cuyo caso la hubiera ayudado a ponerse el dorsal.
A tenor de lo que cuenta, Vd. debió correr la Legua de Tielmes de Abajo, decantándome yo por la disputada en el de Arriba.
Porque cabezudos, ví pocos, la verdad. De hecho, ni apareció Recuerdo.
Siga en esa línea y aproveche el verano para dejar de fumar. Y para hacer calceta al borde del mar, que relaja.
joder Gitane usted haciendo amigos en todos los lugares. Agradable sorpresa sus palabras y muy guapa con su nuevo vestuario se nota que llevas tiempo en esto y vas picando, como nos pasa a todos, al principio todo nos vale y luego hay que ir a la moda.
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