
Cuando era adolescente, siempre me quedaban las matemáticas para septiembre. Todo lo demás se me daba relativamente bien, pero en los números siempre fallaba. Pese a mis buenos propósitos iniciales de estudio diario a primera hora de la mañana y mis bonitos cuadernos inmaculados, la pereza y la piscina me vencían siempre por goleada. A 2 escasas semanas de los exámenes y ya con los nervios a flor de piel, iniciaba mi cruzada contra las derivadas, integrales y demás memeces inservibles en mi actual vida laboral. Cuánta neurona desperdiciada!
Espero que no me pase lo mismo en mi incipiente vida deportiva. El calor y la mudanza mellaron en cierta manera el largo entrenamiento invernal, bajando sensiblemente la media semanal. Los azotes de mi conciencia me hicieron remontar y buscar nuevos objetivos de superación para automotivarme.
En mi pensamiento se asoma ya desde hace cierto tiempo una segunda Media Maratón que cumplir. Ahora las expectativas son diferentes; en la primera no apostaba ni un duro a que la terminaría, así que ahora no podría fallar. Esta semana pasada he vuelto a entrenar 4 veces, 50' en cada tirada, sin presiones, ni series ni historias, sólo dejándome llevar por eso que se nombra tanto, las sensaciones.
Me siento un poco más en forma y muy contenta de haber superado los calores estivales, botella de agua en mano, claro está. Ahora sólo quiero que no me ocurra como en aquellos días de instituto, con la lección apenas memorizada pocos días antes del trance, siendo capaz de llevarla al día, repitiéndola en mi interior para entrenar cuerpo y alma. Todo esto es mucho más que un rítmico movimiento de piernas y brazos, es una apelación a la voluntad, a lo que uno es en verdad, o al menos a lo que quisiera ser.
Besos a todos. Carmencita.