
La San Silvestre y Nike.
Como uña y mierda.
El Blockbuster de las carreras populares, la super producción made in Hollywood que arrasa entre la plebe y al mismo tiempo horroriza a las minorías selectas y privilegiadas de este sacrificado mundo. Carreras de popcorn y un robacuartos de primera categoría, que diría un atlético Carlos Boyero entre otras lindezas.
Buah! Y qué más da? ¿es que acaso crees que no formas parte del rebaño, amigo? ¿y por un día? Acaso sólo degustas cine de autor? ¿nunca viste Titanic?
La San Silvestre es lo que Rock in Rio a los festivales musicales, Ken Follet a la literatura o las poperas láminas de Audrey Hepburn al pseudo arte; suntuosos envoltorios vacíos en su interior, bonitos caramelos de colores con sabor a nada rellenos de aire. Pero a todos nos gusta comer uno de vez en cuando. Cierto es que para otros tantos es el menú de cada día.
El dinero. El honor. Ya, ahí te doy la razón. Celebremos iniciativas como Correrporlapatilla.com, o los corredores okupas que deciden no pasar por el aro (o por taquilla) y no abonar los 17 eurazos que vamos a soltar a la multi del logo alado, y no hablemos de los 30.000 hombres-merchandising que seremos esta tarde, promocionándoles a bombo y platillo. Pues sinceramente, me da igual. Ellos están para vender, y nosotros para comprar. Y si no quieres no compres, y si no quieres no pagues. Y tan ricamente.
No nos engañemos, somos masa y formamos parte de ella. Y ser más consciente que nunca una vez al año no hace daño. Sólo pido una pequeña cosa; higiene. Sí, higiene. Toneladas de carne humana sublimada por el esfuerzo puede ser un cóctel molotov no apto para sensibles narices como la mía. Por favor, que no me ronde ningún sobaco maloliente en el reducido perímetro que me toca.
Por ser el último del año doy las gracias a todos los que pasaron por aquí y dejaron un poco de sí mismos.
Nos vemos esta tarde ovejitas mías.